Capítulo 11
Marcos rodó sobre sí mismo, abrazando la almohada. Incluso mientras
estaba en proceso de despertarse del todo se dio cuenta de que cada
movimiento le costaba más de lo esperable y él no recordaba haber hecho
tanta actividad para agotar sus energías. Sus propias ideas parecían
moverse con una lentitud casi acuática. Lentamente se percató de que la
superficie sobre la que estaba no acababa de ser igual a lo que sentía
acostado sobre su cama. No tenía nada que ver con una cama que
reconociera.
Al abrir los ojos vio blanco. Blanco inmaculado, imposible, extraño,
ajeno. Se sentía mareado. Después de parpadear las suficientes veces
para darse tiempo a enfocar la pared que tenía a un lado. Se volvió al
otro lado y otra pared exactamente igual estaba más alejada, dándole
espacio para moverse si es que quería. No había puerta, ventanas,
adornos y ni siquiera tenía claro de dónde venía la luz que le permitía
distinguir un blanco del otro. Mientras alejaba el atontamiento paso a
paso, buscó erguirse. Entonces vio que todavía llevaba la misma ropa que
recordaba haber puesto aquel domingo. Lo única diferencia era que
alguien le había quitado las zapatillas, dejándolas en posición
horizontal respecto a la cama. No percibía frío ni calor.
El cabello le caía en frente del rostro, aplastado por la siesta
forzada. Empezó a tantearse los bolsillos pero no percibía ningún rastro
de sus celulares. El pulso le empezó a latir por las sienes y el pecho.
Recordó las imágenes de las víctimas de la Fronteriza por toda la
televisión, llenando los puestos de revistas en los kioscos, las
descripciones exactas de los que les pasaba a esas personas y no se
suponía que nadie debía saber. Salió de la cama y por unos momentos no
pudo hacer otra cosa que tambalear en busca de su equilibrio. La cama
era el único mueble presente.
¿Ese era el lugar adonde habían estado las personas antes de ser
desgastadas y cortadas? ¿El sitio que Icaro y el viejo habían estado
buscando desde hacía tanto tiempo? No, no podía ser. Pero la idea
gritaba por una negación más fuerte que se veía incapaz de formular. ¿Y
qué mierda le había dado? Aunque, afortunadamente, una vez despierto, el
efecto parecía estar desvaneciéndose.
No tuvo mucho tiempo para sentirse un poco mejor gracias a ese hecho
porque una voz empezó a salir del mismo aire, casi tirándole al suelo.
-Hola, Marcos –dijo la voz. Lo único que podía decir sobre ella era
que se trataba de una masculina. Sonaba tranquila y en control-. Soy el
doctor Mergab. Bienvenido a la sala de investigación para el proyecto
Anamnesis, prueba número… 7b93. Quiero decirte en nombre de todos, una
vez más, que agradecemos tu participación altruista en estos momentos de
crisis.
Marcos miró a su alrededor, pero no veía ningún micrófono. Se frotó
los ojos. No había manera de engañarse; el lugar era inevitablemente
real. Pero no podía entender.
-¿Cómo…?
-Marcos Velázquez, eres el sujeto 24N del proyecto. Sé que estás
confundido, por eso preparamos esta grabación para aclarar todas tus
dudas. El sistema se activa por mandato de tu voz. Pregunta lo que
desees y serás respondido.
Marcos tuvo una voluntaria sensación de haber estado llamado a la
línea adonde trabajaba y le acababa de atender alguna de sus compañeras,
teniendo el guión justo a lado. Después de esa breve introducción la
voz se calló completamente. El silencio aumentaba todavía más la
sensación de que estaba perdido y no tenía idea de qué podía esperar.
-¿Vas a matarme? –preguntó en voz alta.
La voz no tardó en responderle, tan de repente que el impacto fue igual a la primera vez.
-La pérdida de tu vida, Marcos Velázquez, no sería más que
inconveniente llegados a este punto de la prueba. No es el objetivo
principal de tu presencia aquí.
No sabía si le creía o no. Se agachó y buscó debajo de la cama, la
que por cierto estaba atornillada al suelo. Incluso hasta ahí llegaba la
misteriosa iluminación, sólo un poco más oscurecida. Podía ver la parte
baja del colchón. No sabía qué buscaba, pero aunque la tuviera hubiera
estado decepcionado porque era sólo espacio vacío.
Por lo menos en lo que a la pequeña habitación se refería, estaba realmente solo.
-¿Me ves ahora? –preguntó.
-No en la manera en la que te refieres. Tengo constancia de tus
signos vitales de forma constante y de tu ubicación presente, pero ahora
no puedo saber la exacta posición en la que estás dentro del cuarto o
tus expresiones faciales del momento.
Marcos se dejó caer sentado en la cama. Tragó saliva pero, a pesar de eso, su boca continuó seca.
-¿Qué… qué mierda has dicho que hago aquí?
-Como dije, eres un sujeto participante del proyecto Anamnesis. Tu
colaboración es clave para conseguir los resultados positivos.
Marcos miró el techo, aunque seguía sin tener idea de por dónde podía su voz ser escuchada o de dónde se emitía la otra.
-Ya –dijo, más tranquilo-. Claro. Muy lindo. ¿Para qué programa es
esta mierda? ¿Saben que me han drogado con algo para traerme aquí?
-No ha habido ninguna droga, como tú la defines, involucradas en tu
traslado. Tu consciencia fue suspendida mientras eras transportado aquí.
Fue así para evitar mayores incomodidades. Eres parte del programa de
investigación para el proyecto Anamnesis.
-Bueno, ya basta –Marcos se frotó la frente-. Te escuché bien la
primera vez. No me hace ninguna puta gracia esto. Me quiero largar a
casa, pero ya. Que alguien me abra la puerta.
-Todavía no. No has hecho aún las preguntas más importantes.
-¡A la mierda con tus preguntas! ¡Abrime la puta puerta! ¡Me quiero ir a casa, hijo de puta!
-Todavía no. No has hecho aún las preguntas más importantes.
Ante eso, Marco tuvo una horrible idea.
-¿Esto es una grabación? –preguntó, inseguro.
-Afirmativo. Al inicio de las pruebas creí importante tener una
interacción directa contigo, pero la actividad se volvía cada vez más
tediosa, pesada e innecesaria para mí. De esta manera soy libre de
seguir calibrando los datos de las pruebas realizadas por ti, mantenerme
al tanto de las noticias en el mundo y tú tienes un set completo de
respuesta esperando solamente a que lo tomes.
-¿De qué pruebas me estás hablando? ¿O no me digas que dormir aquí
era la prueba? ¿Y cómo se supone que una grabación me va a ayudar?
-Responderé por orden de manifestación. Sobre la primera duda… las
pruebas que consisten en la retención absoluta de tus memorias a lo
largo de varias existencias. El cómo decidas vivir tu vida en base a la
transferencia mental que se te realizará determinará si la transferencia
ha sido completa, en cuyo caso el proyecto habrá terminado con un
resultado favorable. Sobre la segunda pregunta… no, dormir aquí no
representa ningún avance ni retroceso en las investigaciones. Sobre la
tercera pregunta… hemos tenido esta conversación las suficientes veces
para permitirme adelantar a tus preguntas. Permíteme demostrarlo con un
ejemplo visual.
Entonces las paredes dejaron de ser blancas. En el centro o en los
costados de ellas aparecieron las figuras de un montón de adolescentes,
uno detrás de otros, dentro de su propia habitación. Cada pared, incluso
el techo y el suelo le mostraban a esos adolescentes desde distintos
puntos de vista. Al mirar abajo veía sus coronillas y hacia arriba
destacaban los pies, algunos cubiertos por medias, otros por zapatillas,
sandalias o directamente descalzos. Marcos vio sus rostros, los
cabellos teñidos o en punta, distintos rapados, los piercing, tatuajes,
cicatrices, ropas, pantalones.
A pesar de todos ellos y lo distintos que podían ser entre sí, no
había duda al respecto. Lo que veía eran miles de reflejos suyos
luciendo igual de impactado que él por la escena que presenciaban, igual
de confundidos. Por un primer momento el silencio de las imitaciones
fue perfecto, inquebrantable. Luego empezaron a abrir la boca.
-¿Qué mierda es esto? –preguntaron con su voz con indignación.
-No entiendo –expresaron otros, confundidos.
-Ya basta, no me hace gracia –reclamaron.
Los oía a una misma vez y eran varios, demasiados para poder
contarlos. Sólo verlos le cansaba la vista. Pronto notó que los chicos a
sus pies se cubrían las orejas como él lo hacía, ensordecido. Aquel no
tenía un mohicano, sino el cabello teñido de un azul bastante oscuro.
Siempre había querido hacerlo, pero nunca tuvo la voluntad suficiente.
-¿Qué es esto? –preguntó, junto a muchos de ellos, y fue como si se
oyera una grabación en el momento, siendo repetida varias veces.
El volumen era constante y no le atacaba a los oídos como sería el
habla de una verdadera multitud pronunciándose a la vez, pero de todos
modos la impresión le aturdía lo suficiente.
Marcos se movió tambaleante hacia la pared a su izquierda. El Marcos
de ese lado estaba bronceado y vestido con una remera celeste holgada
encima de unos short como para ir a una pileta. Ojotas blancas estaban
en el suelo cerca de la cama.
En tanto él se acercaba hacia él, el otro se alejaba hacia la misma
pared respecto a su propia posición, dándole la espalda. Tenía el
cabello castaño largo sujeto por una colita descuidada. Varias veces
había considerado dejárselo así. A su lado uno de los Marcos levantaba
la mano para tocar la pared, subido a la cama blanca, la misma a la que
él daba la espalda al enfrentársele. Su misma cara tenía una expresión
de confusión casi dolorosa, como si la ausencia de respuesta le pesara
físicamente. Los ojos eran verdes gracias a la acción de unos lentes de
contactos y vestía como sus compañeros cuando salían a los boliches, con
la camisa de marca completamente abierta y el pantalón blanco arrugado
por haber dormido con él puesto. Extrañamente pensó de él que se veía
guapo.
Marcos empezó a sentir debilidad en las piernas y buscó apoyo sobre
la cama, viendo de reojo cómo su acción era igualada en un montón de
habitaciones.
-Para responder a tu pregunta –dijo la grabación y era la misma en
cada cuarto, más baja a medida que más lejos estaba-, estas son meras
grabaciones de cada una de las instancias en la que has participado del
proyecto. Debido a ello la vida de Marcos Velázquez ha pasado por varios
cambios capaces de reflejarse en su apariencia física incluso.
En ese momento todos los Marcos desaparecieron y las paredes ya no parecieron más capaces de contener algo además de sí mismas.
-Esto siempre había sido una posibilidad, pero no podía imaginar que
llegara a tantos extremos. Sin embargo es una ventaja inesperada, ya que
nos permite alcanzar otras posibilidades.
Marcos elevó la cabeza y, antes de que pudiera preguntarse el por qué, se escuchó reír.
-¡Muy buena esa! ¡No sé cómo se las arreglaron, pero muy bueno el
truco de la computadora! ¿O será que tengo una cara tan común que así de
tantos extras han podido contratar para esta pelotudez? ¡Anda a cagar,
hombre! ¡Vos no sos el común programa de bromas estúpidas, ustedes se
han ido al carajo con la planeación!
-Por favor, relájate, Marcos Velázquez. Te ofrecería una bebida, pero
las 78% de veces me dices que no quieres ninguna, de modo que si en
esta oportunidad quieres entrar en el 22% deberás pedirlo.
-Una bebida… Ah, claro, como Sheldon Cooper, ¿que no? El científico
imbécil que no entiende de nada más que ofrecer bebidas de mierda.
Esperó una respuesta, pero, pasados unos minutos, se dio cuenta de
que debía hacer una pregunta de verdad para recibirlas. Era así como
supuestamente funcionaban las reglas.
-¿Pues sabes qué? Te voy a aceptar esa puta bebida. Dame una Coca con
hielo. Y una pizza de tres quesos con jamón y aceitunas. No te olvides
de mis putos cigarrillos.
-Orden número 1309 entrando… Recibida. Favor de esperar unos cinco minutos.
Marcos esperó a ver una puerta abrirse o un compartimiento por donde
supuestamente se deslizarían los alimentos. Quiso controlar en su reloj
los minutos que pasaran hasta llegar a los cinco prometidos, pero se dio
cuenta de que su reloj digital tenía la pantalla completamente en
blanco, como si alguien le hubiera quitado la pila o simplemente se
hubiera quedado sin energía. Por supuesto, tampoco tenía el celular
encima.
A pesar de su deseo, fue completamente inútil. Sólo se había vuelto por
un segundo, agachándose para atarse los cordones de las zapatillas, y
cuando regresó a ver la cama ya tenía encima de ella una bandeja
plateada con el vaso húmedo de agua condensada, un plato de madera con
la pizza ya cortada, servilletas y un paquete de los cigarrillos que él
fumaba junto a su propio encendedor.
-Puedes comer tranquilamente –afirmó la voz.
Marcos extendió la mano para tomar los cigarrillos. Sin importarle la
comida ni querer generar otro pensamiento, sacó uno del paquete y se lo
metió en la boca, encendiéndolo con los movimientos acostumbrados. Se
llenó los pulmones de esas dulces toxinas y finalmente pudo sentir su
mente en verdadera paz, libre de brumas. El olor de la comida caliente
tampoco estaba mal. Recogió una de las servilletas y leyó el logo. Era
de un restaurante al que solía ir de pequeño con sus padres, cuyas
pizzas a la piedra le volvían loco, pero al cual no había vuelto en
mucho tiempo. Lo extendió hacia el techo.
-¡Y aquí tenemos a nuestros auspiciantes! Iban bien, pero con esto ya la cagaron en serio.
-La comida que ves ante ti fue conseguida de uno de los restaurantes a
los que nombraste como tu favorito las veces que se te preguntó al
respecto. Si las quieres de otros sitios deberás especificarlo.
La sonrisa se cayó del rostro de Marcos. Él nunca le había dicho a
nadie que aquel era su restaurante favorito. Nunca había tenido razón
para hacerlo. Sus padres podrían habérselo dicho a nadie, pero la idea
de que fueran justamente ellos quienes estuvieran detrás de otro se le
hacía todavía más difícil de aceptar que todo lo anterior. Papá, podía
ser. Pero mamá odiaba esas jugarretas tan populares en la televisión.
Fumó hasta la mitad del divino tubo y sacó un pedazo de pizza,
sosteniéndolo con un montón de servilletas. La masa estaba caliente
todavía y una tira de los tres quesos que la formaban se alargó
indefinidamente, dejándole a él el cortarla los dientes. El sabor fue
bienvenido en su boca. En verdad había pasado tanto tiempo sin comer en
ese sitio que casi se le había olvidado su sabor. La Coca ya estaba
aguada, pero tenía la garganta tan seca que se la bebió hasta casi el
fondo sin importarle la sensación de congelamiento traspasándose a su
cerebro. Sea cual fuera la situación extraña en la que le habían metido,
bien podía aprovechar sus beneficios.
-Está buena –comentó, satisfecho-. Feliciten al chef.
-El chef ya está muerto, Marcos Velázquez. El restaurante también
dejó de existir hace mucho tiempo. Espero que esto te haga apreciar el
esfuerzo que representa haber traído estos elementos hacia ti.
Marcos se detuvo de devorar un segundo pedazo. Estaba bastante
hambriento (inusualmente hambriento, de hecho), pero esa aclaración le
había descolocado.
-¿Estamos en el futuro?¿Eso me quieres decir?
-Lo que tú llamas futuro, según tu propio punto de vista, lo es. Para
mí es el presente y, espero, el principio de un mejor futuro.
El joven continuó comiendo. Le daban igual las migajas que dejara por el suelo. Él no iba a ser el que las limpiara.
-¿Qué tan futuro?
-Tres mil años. De todavía emplearse el calendario al que estabas acostumbrado en tu tiempo, este sería el año 5015.
-Hum –dijo Marcos, apoyando la espalda contra la pared-. Mira vos, mira vos. ¿Y de qué va el proyectito este? ¿Anamenasis?
-El proyecto Anamnesis consiste en conseguir los algoritmos
necesarios que permitan la transferencia total de la mente de un ser tan
complejo como el ser humano hacia otros receptáculo. La transferencia
debe ser perfecta, conservando todos los detalles de las experiencias y
conocimientos adquiridos por el sujeto, para garantizar la perpetuidad
de los mismos dentro de un medio artificial, cuando ya no haya un cuerpo
biológico que sirva de contenedor. El proyecto comenzó en el año 4500,
pero siempre ha estado sometido a omisiones y errores. Pasó por varias
manos hasta que finalmente yo quise retomarlo, encontrando lo que ha
descubierto ser la solución más humanitaria posible.
-Suena bien –asintió el joven-. Yo vería una película así. Está buena
la idea. ¿Pero cómo funcionaría eso aquí? ¿Y yo qué tengo que ver? Has
dicho que yo soy un sujeto de prueba, pero ni puta idea de qué quieres
decir con eso.
-El funcionamiento preciso de la mente humana como una entidad
consciente es algo demasiado complejo para pretender explicarlo por este
medio, de modo que me ahorraré los detalles técnicos. El objetivo que
se cumple contigo es hacerte vivir la misma vida una y otra vez con su
mente tal como está ahora, hacia una mente apagada cuya consciencia ha
sido suspendida de forma definitiva. El día en que tengas una existencia
completa en la que sientas que cada día ya lo has vivido en el pasado
habremos llegado al 100& de transferencia. Llegados a este punto tú
mismo lo habrás notado, aunque no más que en la forma de visiones
esporádicas de eventos que todavía no habían sucedido en esa línea de
tiempo. Los eventos y el resto de la humanidad trabajaban al mismo ritmo
y orden de siempre, pero tú tendrías el conocimiento adelantado gracias
a las anteriores pruebas que ya habrías realizado.
Marcos dejó la porción sin acabar encima de la bandeja. Mamá, papá,
Mario Franco, el viejo, Icaro. Esa era la lista completa de personas que
sabían acerca de sus visiones y ninguna de ellas, estaba seguro, iba a
poder contar esa información tan fácilmente. Estaban muertos o no creían
o no se molestarían en divulgarlos porque la racionalidad les podía al
tratar de imaginar que no se les iba a reír en la cara la mayoría de la
gente al pretender convencerlos.
-Los eventos que solías presenciar de vez en cuando, llegando tan
lejos como para ponerte en el mismo estado mental que tenías cuando se
produjeron por primera vez, no son más que recuerdos transferidos hacia
ti. La última vez estuviste en un nivel de transferencia del 68%, lo que
te permitía convocarlos a voluntad en ciertas ocasiones. A medida que
sigamos perfeccionando el método estas “visiones”, como estás dado a
llamarlas, a pesar de que durante ellas más sentidos que sólo el de la
vista son utilizados, serán más concretas, claras y seguidas. Así es
como se planea que se sienta para las otras mentes que decidamos
trasladar.
El silencio llenó la habitación después de eso. Marcos trató de
imaginar un día, sólo un día, en el que ya estuviera seguro de todo lo
que iba a pasar y constantemente dudara de si estaba en el presente o
unos segundos adelantado en el futuro, pasado para su cabeza. En lugar
de tener esos momentos de confusión se volvería un perpetuo estado,
irreversible e inevitable.
El estómago se le revolvió del asco y lamentó haberle puesto nada
adentro. Sin jamás estar ahí ni allá del todo. Odiaba esos momentos.
Los odiaba tanto que nunca en la vida se los había comentado a nadie, ni siquiera a Mario Franco.
-No –dijo-. No. No me jodas. No jodas con eso. No es gracioso.
La voz no le respondió. Marcos se inclinó sobre la cama, agarrándose las piernas contra el pecho.
-No es gracioso, en serio. Basta. Me quiero ir a casa. Abrime la puta puerta.
-Todavía no. No has hecho aún las preguntas más importantes.
-¡Andate a la mierda! ¡Metete por el culo tus preguntas importantes, yo me quiero ir a casa!
-Todavía no. No has hecho aún las preguntas más importantes.
Marcos tomó la bandeja y la arrojó, junto a todo su contenido, contra
la pared que tenía en frente. La pizza se quedó pegada a la superficie
de la misma, deslizándose hacia el suelo. El vaso de Coca, vacío, se
rompió desperdigando el agua con lo poco que quedaba de los cubos de
hielo. Saltó de la cama, tomó la bandeja y comenzó a dar de golpes con
ella contra la pared.
-¡Abrime la puerta, abrime la puerta! ¡Me quiero ir! ¿No me estás
escuchando? ¡Me quiero ir! ¡Me importa una mierda! ¡Yo nunca he dado mi
consentimiento para esta mierda!
Le había parecido antes que su tacto era como una de un vidrio
bastante grueso, pero al chocar contra el metal no sonaba como lo haría
el vidrio sino que estaba más cercano al plástico. Ni siquiera estaba
causándole una rozadura a la superficie. Esto, lejos de frustrarle, le
animó a intentar destrozarla con más ahínco.
-Marcos Velázquez, estás en un error de percepción. Tengo un
documento firmado que atestigua tu total aceptación de las condiciones
del proyecto.
-¡¿Pero de qué mentira pelotuda estás hablando?!
Todas las paredes, piso y techo volvieron a darle una demostración
gráfica. A lo largo de cada ella se vio el fondo de un documento
electrónico con una línea puntada sobre la que alguien había escrito su
nombre. La letra se veía y trabajosa, pero no podía negar que se veía
extrañamente similar a la que había usado durante toda la secundaria.
-¡Andate a cagar, pero qué estafa! ¡Siquiera póngale un poco más de
ganas! ¡Esto te lo hace cualquier pelotudo de la calle por dos pesos!
-También dispongo de una grabación de ese momento para probar mi punto.
No hizo falta que Marcos confirmara o no si quería ver semejante
evidencia. En unos instantes la luz de la habitación bajó su intensidad y
el video presentado esta vez no fue una continuación tras otra, sino
una sola vista desde distintos ángulos. La pared del frente le mostraba
la trasera, la pared trasera el frente y las mismas condiciones de antes
respecto a la de los lados, arriba y abajo. En todas ellas se veía a un
hombre mayor sentado a una silla en frente de una mesa, ambos muebles
blancos. Con sólo un vistazo era evidente que venía de la calle. Los
pantalones de jean que llevaba estaban llenos de manchas de distintos
colores y tenía un agujero en una de las rodillas. La campera roja que
le cubría la espalda también estaba sucia y deshilachaba en algunas
partes.
El cabello castaño se veía largo hasta los hombros, grasiento y en
urgente necesidad de usar un peine. La luz en ese cuarto estaba menos
clara, concentrada en el punto encima de su cabeza, permitiendo una
clara visión de su rostro tal como era. Marcos se subió a la cama para
verlo.
Había creído al principio que debía tener por lo menos cuarenta años,
a juzgar por la barba enmarañada que le oscurecía hasta el cuello, pero
viéndolo de nuevo se dio cuenta de que estaba tan delgado y echado a
perder que en realidad habría sido imposible adivinar su edad sólo
mirándolo. Se estaba rascando la nuca, tocando rítmicamente el borde de
una tableta con el documento de consentimiento. Lo único claro en su
fachada eran los ojos marrones suaves con los que miró al frente, como
si prefiriera pretender que había alguien ahí para ver.
-Si he entendido todo –dijo el hombre. Tenía la voz ronca y al abrir
la boca se le notaban los dientes amarillentos, uno de arriba negro como
carbón. Tosió en contra de su mano antes de seguir- vos tomarías mi
cabeza y le darías reset a mi vida. Así de fácil, ¿no?
-El proceso es un poco más complicado que eso –respondió la voz que
le había estado hablando. Como en su caso, parecía venir de la absoluta
nada y, sin embargo, llenar el cuarto-. Pero supongo que desde el lugar
en que te encuentras es una justa descripción.
El hombre se retorció las manos. La remera de mangas largas que
llevaba también estaba manchada y rota, pero debía servir para ocultar
las heridas oscuras en sus brazos, expuestos al remangarse como lo hacía
en ese momento.
-Vos podrías tomar todos mis recuerdos, ¿no? Los malos y los buenos. ¿Y qué hay de borrarlos?
-El objetivo de este proyecto es precisamente el almacenamiento
completo de una mente humana. Ir borrando partes del mismo iría en
contra de ese objetivo.
-Esas son mis condiciones, boludo, te lo vas a tener que tragar
–Volvió a toser y se aclaró la garganta ruidosamente-. Che, no pienso
hacer nada así, me estoy secando. Ayúdame un poco.
Entonces la imagen sufrió un corte. Al volver había una botella de
whisky en la mesa y al lado de la mesa del hombre un vaso chico, el cual
acababa de vaciar. Inmediatamente se puso a llenarlo de nuevo.
-Ahora podemos hablar como la gente –El hombre levantó el vaso hacia el frente como en un silencioso brindis antes de beber.
-Acerca de esas condiciones…
-Oh, sí –dijo y dio una sonrisa-. Si vos quieres que firme esta
mierda, vas a tener que hacer esto por mí. Si no, no va a tener ninguna
puta gracia para mí. Vos tienes tu proyecto andando, ¿y yo qué? ¿Que me
joda? No, chango, no. Si vos o ustedes ya saben tanto del cerebro, para
ustedes tomar los últimos siete años debe ser facilísimo, ¿no? –A pesar
de que seguía sonriendo, unas lágrimas empezaron a caer de sus ojos-.
Porque yo no pienso hacer esto sólo para vivir repitiendo cada mierda
que he hecho. Ni siquiera lo aguanto ahora, ¿para qué más es esto?
Una nueva porción de whisky cayó por su garganta.
-Bórralo todo –dijo con una voz más exigente-. Vos no sabes… vos no
te puedes imaginar las cosas que he hecho. Quita todo eso de mi cabeza y
con el resto puedes hacer lo que quieras, mientras esa mierda esté
fuera.
La voz se demoró unos instantes en responder. A diferencia de con las
grabaciones, en ese momento se le escuchó suspirar suavemente.
-Eso no será posible. Lo que sí podríamos hacer es intentar
suprimirlo antes de que sucedan esos eventos en cada nueva prueba. En
lugar de tomar los resultados en este punto de tu vida en el que está,
podríamos tomarlo antes de que llegue este punto. Aunque es posible que
gracias a los efectos de la prueba acabes de otra manera. No sabemos con
exactitud qué puede hacer en esa nueva línea de tiempo. Es difícil
averiguarlo. ¿Cuál período de tu vida crees que sería la más conveniente
para cumplir esta idea?
-Cuando era pendejo –respondió sin dudarlo el hombre-. Dentro de
todo, la peor joda es que tuve una infancia buenísima. Mis viejos… mis
viejos eran buenísimos. Demasiado buenos para la mierda que han acabado
teniendo –Levantó la vista de nuevo-. Antes de que mueran. Llévate todo
antes de que mueran. No quiero tampoco tener que repetir eso.
-Tus padres murieron cuando tenías 17 años, ¿cierto? –preguntó la voz.
En la pared, a un lado de la imagen del hombre, surgió un artículo de
un diario Liberal. Era una noticia de primera plana y el mayor espacio
lo ocupa una visión de un bazar en el centro con los vidrios del frente
destrozado. El fotógrafo también había capturado el frente de una
ambulancia y el costado de una cama de emergencia siendo impulsada hacia
arriba por un enfermero que daba la espalda. El titular era “Tiroteo en
la vía público se cobra siete víctimas.” Cuando Marcos tocó encima el
artículos se expandió, haciendo más claras las letras. No quería leer,
pero lo hizo.
Encontró su apellido y dos nombres familiares recién al final, en un recuento de las vidas perdidas.
-Sí –dijo el hombre-. Eran lo único que tenía. Ninguna otra familia.
Me quedé solo y traté de seguir adelante como pude, pero cosas pasaron
y, bueno, pasó lo que ves aquí. Fue todo una enorme joda, ¿te das
cuenta? No debieron haber estado ahí. Yo sólo supe cagarla a partir de
ahí.
Miró la copa en su mano con una mueca de asco, ponderando. Pero al final volvió a llenarlo y se lo bebió.
-Entonces ¿aceptarías entrar al proyecto en tanto tomemos los resultados antes de ese día?
Asintió.
-Denme mis años buenos y puedes hacer lo que quieras. Ya no me importa nada. Al menos así voy a servir de algo, ¿no?
-Mucho más de lo que piensas, Marcos Velázquez. Gracias por tu ayuda.
Un nuevo corte y las luces volvieron junto a la blancura. Marcos se
sintió caer sentado en la cama. Aunque quería, no podía obligar a su
cerebro a pensar nada concreto. Eran demasiadas ideas para tomarlas una a
una.
-No… ¿por qué…?
-Te escogí para este proyecto, Marcos Velázquez, debido a lo que pasó en tu línea de tiempo original.
El adolescente levantó la mirada, abrazándose a sí mismo para retener un extraño temblor.
-¿Qué…?
-Un camino muerto, como ustedes dirían. La mayoría de las personas,
no importa su falta de utilidad para la sociedad, tienen siquiera una
pequeña parte en el desarrollo de la humanidad. Ser la víctima de un
asesino que causará su captura, ser el bebé muerto de un doctor al que
el hecho inspira a hacer grandes adelantos médicos. El efecto mariposa
es aplicable para todas las criaturas. El aleteo de una mariposa acaba
convirtiéndose en una tormenta en la otra parte del mundo. Esta es la
regla general y, como en toda regla, existen sus pocas excepciones. Tu
vida, Marcos Velázquez, es una imposibilidad estadística en tanto hemos
determinado que por lo que respecta a tu forma de vida original, no has
influido en absolutamente nada de la historia futura. Tu vida, de no ser
por el proyecto, habría terminado tres años más tarde en un edificio de
construcción abandonado, producto de una sobredosis de heroína. Debido a
la localización y al hecho de que derrumbaron el edificio para
construir uno nuevo sobre su base, tu cuerpo jamás sería descubierto ni
siquiera hasta nuestros días. La totalidad de tu existencia se desvanece
en los albores del tiempo sin afectar en lo absoluto al futuro. Tu caso
no es el único así. Tú no eres más que otro de un puñado imposible de
personas a las que nadie recuerda.
Marcos sintió que se le hacía respirar. No tenía adónde escapar. No tenía con qué defenderse.
-¿Nadie? ¿Ni mis amigos, mis compañeros, Icaro? ¡¿Cómo que nadie?! ¡He vivido! ¡Incluso con esa mierda de vida he vivido!
-Pero no lo suficiente para causar un impacto que nos hiciera dudar
de sacarte de tu período actual. No podemos interferir con la historia a
nuestro capricho. La única posibilidad de que el proyecto fuera
éticamente aceptable sería si nos comprometíamos a no interferir con
eventos clave de la historia. Personas como tú fueron nuestra mejor
opción.
-No te creo.
-En ese momento sólo tenías conocimiento del detective Icaro Stefanes
como una persona que había ayudado en un caso de desaparición de un
conocido tuyo, junto con la ayuda de Roberto Castillo. Pensabas
ofrecerte como un informante de las calles para detener el tráfico de
drogas, pero después de que el detective Stefanes muriera a manos de la
asesina serial conocida como la Fronteriza abandonaste la idea.
Otro artículo de un diario virtual apareció por todos lados, este más
pequeño que el de sus padres, mencionando a la reciente víctima de la
Fronteriza en una carretera a las afueras de la Banda. El detective
Castillo declaraba que no era la primera vez que se la encontraban y
ahora iba a ser más difícil, pero no cabía duda de que iban a poner
todos sus esfuerzos en encontrarla.
-Parece que este es un hecho inevitable. He examinado las líneas de
tiempo generadas por el proyecto y tal parece que en la mayoría de ellas
Icaro Stefanes es declarado muerto a causa de la Fronteriza. Los
tiempos en que esto sucede puede cambiar, pero la mayoría de las veces
ese es el final de su historia.
Marcos quiso decir que mentía, que nada de eso podía ser una sucia
mentira, pero el impulso murió a medio camino de su boca. Fueron un
largo minuto de silencio en el que el joven sólo pudo quedarse de pie,
intentando pensar algo sin conseguirlo.
-¿Qué va a pasar ahora? ¿Qué vas a hacer conmigo?
-Marcos Velázquez, en unos momentos serás conducido a la habitación
de transferencia. Tu cuerpo actual cesará de funcionar y los restos
serán desechados como es usual con los muertos, pero tu mente, junto a
toda tu vida, seguirá en un nuevo receptáculo. Tu yo de los ocho años
privado de vida.
Marcos dejó salir una risa histérica. Debió haberse imaginado esa. Era de lo más obvio.
-¿Y cualquier cosa que diga ahora no va a importar un carajo, no?
–dijo, sin dejar de reír. Las lágrimas caían por los lados de su rostro,
impidiéndole ver-. Porque vos ya tienes tu consentimiento.
La respuesta no se hizo esperar.
-Afirmativo.
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